HECHOS 1
1En el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de
todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,2hasta el día
en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu
Santo a los apóstoles que Él había escogido; 3a quienes
también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas
indubitables, siendo visto de ellos por cuarenta días, y hablándoles acerca del
reino de Dios. 4Y estando reunido con ellos, les mandó que no se
fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les
dijo, oísteis de mí.5Porque Juan a la verdad bautizó en agua, mas
vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de
estos. 6Entonces los que se habían reunido le preguntaron,
diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 7Y Él les
dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en
su sola potestad;8pero recibiréis poder cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, a la vez, en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. 9Y habiendo
dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube lo recibió, y lo
encubrió de sus ojos. 10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo,
entre tanto que Él se iba, he aquí dos varones en vestiduras blancas se
pusieron junto a ellos; 11los cuales también les dijeron: Varones galileos,
¿qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros
al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 12Entonces se
volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está
cerca de Jerusalén camino de un sábado. 13Y entrados,
subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, y Juan y Andrés,
Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelotes, y
Judas hermano de Jacobo.14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y
ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus
hermanos. 15Y en aquellos días Pedro se levantó en medio de los
discípulos el número de las personas allí reunidas, era como de ciento veinte,
y dijo: 16Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la
Escritura la cual el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de
Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús. 17Porque él era
contado con nosotros y tuvo parte en este ministerio. 18Éste, pues,
adquirió un campo con el salario de su iniquidad, y cayendo rostro abajo, se
reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 19Y fue notorio
a todos los moradores de Jerusalén; de tal manera que aquel campo es llamado en
su propia lengua, Acéldama, que significa, campo de sangre. 20Porque está
escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya
quien more en ella; y: Tome otro su obispado.21Por tanto, es
necesario que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo
que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,22comenzando
desde el bautismo de Juan hasta el día que fue recibido arriba de entre
nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección. 23Y señalaron a
dos; a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a
Matías. 24Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los
corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido25para que tome
el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por
transgresión, para irse a su propio lugar. 26Y les echaron
suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
HECHOS 2
1Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos
unánimes en un mismo lugar. 2Y de repente
vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual llenó
toda la casa donde estaban sentados; 3y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. 4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que
hablasen. 5Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones
piadosos, de todas las naciones debajo del cielo. 6Y cuando esto
fue divulgado, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les
oía hablar en su propia lengua. 7Y estaban
atónitos y maravillados, diciéndose unos a otros: Mirad, ¿no son galileos todos
estos que hablan? 8¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en
nuestra lengua en la que hemos nacido? 9Partos y
medos, y elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia,
en el Ponto y en Asia, 10en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de
Libia que está más allá de Cirene, y romanos extranjeros, tanto judíos como
prosélitos, 11cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras
lenguas las maravillas de Dios.12Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose
unos a otros: ¿Qué significa esto? 13Mas otros,
burlándose, decían: Están llenos de mosto.14Entonces
Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló diciendo:
Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y
oíd mis palabras. 15Porque éstos no están borrachos, como vosotros
pensáis, siendo apenas la hora tercera del día. 16Mas esto es
lo que fue dicho por el profeta Joel: 17Y será que en
los postreros días, dice Dios: Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; Y
vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Y vuestros jóvenes verán visiones;
Y vuestros ancianos soñarán sueños: 18Y de cierto
sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré de mi Espíritu en aquellos
días, y profetizarán. 19Y mostraré prodigios arriba en el cielo; y señales
abajo en la tierra; sangre y fuego, y vapor de humo: 20El sol se
tornará en tinieblas; y la luna en sangre; antes que venga el día del Señor;
grande y memorable; 21Y sucederá que todo aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo.22Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús
Nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros con milagros y prodigios, y
señales que Dios hizo en medio de vosotros por medio de Él, como también
vosotros sabéis. 23A Éste, entregado por determinado consejo y
presciencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos,
crucificándole; 24a quien Dios resucitó, habiendo soltado los dolores
de la muerte, por cuanto era imposible ser retenido por ella. 25Porque David
dice de Él: Veía al Señor siempre delante de mí: Porque está a mi diestra, no
seré conmovido. 26Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi
lengua; Y aun mi carne descansará en esperanza; 27Porque no
dejarás mi alma en el infierno, ni permitirás que tu Santo vea
corrupción. 28Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me
llenarás de gozo con tu presencia. 29Varones
hermanos, permitidme hablaros libremente del patriarca David, que murió, y fue
sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 30Pero siendo
profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que del fruto de sus
lomos, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su
trono; 31viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo,
que su alma no fue dejada en el infierno, ni su carne vio corrupción. 32A este Jesús
resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. 33Así que,
exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del
Espíritu Santo, ha derramado esto que ahora vosotros veis y oís. 34Porque David
no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a
mi diestra, 35hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus
pies. 36Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel,
que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y
Cristo. 37Y al oír esto, se compungieron de corazón, y
dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 38Entonces
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo. 39Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios
llamare. 40Y con otras muchas palabras testificaba y
exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. 41Así que, los
que con gozo recibieron su palabra, fueron bautizados; y aquel día fueron
añadidas a ellos como tres mil almas. 42Y
perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el
partimiento del pan, y en las oraciones. 43Y vino temor
sobre toda persona: y muchas maravillas y señales eran hechas por los
apóstoles. 44Y todos los que habían creído estaban juntos; y
tenían en común todas las cosas; 45y vendían sus
propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos, según cada uno tenía
necesidad. 46Y perseverando unánimes cada día en el templo, y
partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de
corazón, 47alabando a Dios, y teniendo favor con todo el
pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que eran salvos.
HECHOS 3
1Y Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora
novena, la de la oración. 2Y un hombre que era cojo desde el vientre de su
madre, era traído; al cual ponían cada día a la puerta del templo que se llama
la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3Éste, como
vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen
limosna. 4Y Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo:
Míranos. 5Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de
ellos algo. 6Y Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; mas lo que
tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.7Y tomándole
por la mano derecha le levantó; y al instante fueron afirmados sus pies y
tobillos; 8y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con
ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.9Y todo el
pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10Y sabían que
él era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y
fueron llenos de asombro y admiración por lo que le había sucedido.11Y teniendo
asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito,
concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. 12Y viendo esto
Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de
esto? o ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o
piedad hubiésemos hecho andar a éste? 13El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob; el Dios de nuestros padres ha glorificado a su
Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis, y negasteis delante de Pilato,
cuando éste había determinado dejarle en libertad. 14Mas vosotros
al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un hombre
homicida; 15y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios
resucitó de los muertos; de lo cual nosotros somos testigos. 16Y por la fe
en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, en su nombre le ha
confirmado: Así que, la fe que por Él es, le ha dado esta completa sanidad en
presencia de todos vosotros. 17Y ahora,
hermanos, yo sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros
príncipes. 18Pero Dios ha cumplido así lo que había antes
anunciado por boca de todos sus profetas, que Cristo había de padecer. 19Así que,
arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que
vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor, 20y Él envíe a
Jesucristo, que os fue antes predicado; 21a quien
ciertamente es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la
restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de todos sus santos
profetas que han sido desde el principio del mundo. 22Porque Moisés
en verdad dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará Profeta de
vuestros hermanos, como yo; a Él oiréis en todas las cosas que os
hablare. 23Y será, que toda alma que no oyere a aquel Profeta,
será desarraigada del pueblo. 24Sí, y todos
los profetas desde Samuel y en adelante, cuantos han hablado, también han
predicho estos días. 25Vosotros sois los hijos de los profetas, y del
pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu simiente
serán benditas todas las familias de la tierra. 26A vosotros
primeramente, Dios, habiendo resucitado a su Hijo Jesús, le envió para que os
bendijese, al convertirse cada uno de su maldad.
HECHOS 4
1Y hablando ellos al pueblo, los sacerdotes y el
magistrado del templo y los saduceos, vinieron sobre ellos, 2resentidos de
que enseñasen al pueblo, y predicasen en Jesús la resurrección de los muertos.3Y les echaron
mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente; porque era ya
tarde. 4Pero muchos de los que habían oído la palabra
creyeron; y el número de los varones era como cinco mil. 5Y aconteció
que al día siguiente se reunieron en Jerusalén los príncipes de ellos, y los
ancianos y los escribas; 6y Anás, el sumo sacerdote, y Caifás y Juan y
Alejandro, y todos los que eran del linaje sacerdotal; 7Y poniéndoles
en medio, les preguntaron: ¿Con qué poder, o en qué nombre, habéis hecho
vosotros esto? 8Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
Príncipes del pueblo, y ancianos de Israel: 9Puesto que
hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué
manera éste haya sido sanado; 10sea notorio a
todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que por el nombre de Jesucristo
de Nazaret, al que vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los
muertos, por Él este hombre está en vuestra presencia sano.11Este Jesús es
la piedra reprobada de vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser
cabeza del ángulo.12Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo del cielo, dado a los hombres, en que debamos ser salvos. 13Entonces
viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras e
ignorantes, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con
Jesús. 14Y viendo al hombre que había sido sanado, que
estaba de pie con ellos, no podían decir nada en contra. 15Y habiendo
ordenado que salieran del concilio, deliberaban entre sí,16diciendo:
¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, un milagro notable ha sido
hecho por ellos, manifiesto a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos
negar. 17Sin embargo para que no se divulgue más por el
pueblo, amenacémosles, para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno
en este nombre. 18Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera
hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. 19Mas Pedro y
Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a
vosotros antes que a Dios: 20Porque no
podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21y después de
amenazarles más, y no hallando nada de qué castigarles, les dejaron ir por
causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que había sido
hecho. 22Porque el hombre en quien había sido hecho este
milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años. 23Y puestos en
libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24Y ellos,
habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Señor, tú eres
Dios, que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos
hay; 25que por boca de David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué
se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? 26Se levantaron
los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y
contra su Cristo. 27Pues verdaderamente se juntaron contra tu santo
Hijo Jesús, a quien tú ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el
pueblo de Israel, 28para hacer lo que tu mano y tu consejo habían
predeterminado que se hiciese. 29Y ahora,
Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen
tu palabra; 30y extiende tu mano para que sanidades, y milagros y
prodigios sean hechos por el nombre de tu santo Hijo Jesús. 31Y cuando
hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron
llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con denuedo. 32Y la multitud
de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo
propio lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 33Y con gran
poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y
abundante gracia había sobre todos ellos. 34Y ningún
necesitado había entre ellos; porque todos los que poseían heredades o casas,
las vendían, y traían el precio de lo vendido, 35y lo ponían a
los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. 36Entonces
José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé que interpretado
es, hijo de consolación, levita, natural de Chipre, 37teniendo una
heredad, la vendió, y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles
HECHOS 5
1Pero un varón llamado Ananías, con Safira su
esposa, vendió una heredad, 2y retuvo
parte del precio, sabiéndolo también su esposa; y trayendo una parte, la puso a
los pies de los apóstoles. 3Y dijo Pedro:
Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu
Santo, y te quedases con parte del precio de la heredad?4Reteniéndola,
¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste
esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.5Entonces
Ananías, oyendo estas palabras, cayó y expiró. Y vino gran temor sobre todos
los que lo oyeron. 6Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo,
lo sepultaron. 7Y pasado un lapso como de tres horas, entró también
su esposa, no sabiendo lo que había acontecido. 8Entonces
Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en
tanto. 9Y Pedro le dijo: ¿Por qué os pusisteis de acuerdo
para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han
sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. 10Y al instante
cayó a los pies de él, y expiró; y entrando los jóvenes, la hallaron muerta; y
la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. 11Y vino gran
temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas. 12Y por mano de
los apóstoles eran hechos muchos milagros y prodigios en el pueblo; y estaban
todos unánimes en el pórtico de Salomón.13Y de los
demás, ninguno osaba juntarse con ellos; pero el pueblo los alababa
grandemente. 14Y más creyentes se añadían al Señor, multitudes,
así de hombres como de mujeres; 15tanto que
sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al
pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. 16Y aun de las
ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de
espíritus inmundos; y todos eran sanados. 17Entonces se
levantó el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, que es la secta de
los saduceos, y se llenaron de celos; 18y echaron
mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. 19Mas el ángel
del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo:20Id, y puestos
en pie en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida. 21Y habiendo
oído esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, vinieron
el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos
los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen
traídos. 22Pero cuando llegaron los oficiales, y no los
hallaron en la cárcel, volvieron y dieron aviso, 23diciendo: De
cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas
afuera de pie ante las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos
dentro. 24Y cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y
el magistrado del templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué
vendría a parar aquello. 25Y viniendo uno, les dio la noticia, diciendo: He
aquí, los varones que echasteis en la cárcel están en el templo, y enseñan al
pueblo.26Entonces fue el magistrado con los oficiales, y los
trajo sin violencia; porque temían ser apedreados por el pueblo. 27Y cuando los
trajeron, los presentaron ante el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó,28diciendo: ¿No
os ordenamos rigurosamente, que no enseñaseis en este nombre? Y he aquí, habéis
llenado a Jerusalén con vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la
sangre de este hombre.29Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.30El Dios de
nuestros padres resucitó a Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole en un
madero. 31A Éste, Dios ha exaltado con su diestra por
Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de
pecados. 32Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y
también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen. 33Ellos, oyendo
esto, se enfurecieron, y tomaron consejo para matarlos. 34Entonces
levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley,
honorable ante todo el pueblo, mandó que hiciesen sacar por un momento a los
apóstoles, 35y les dijo: Varones israelitas, mirad por vosotros
lo que vais a hacer acerca de estos hombres. 36Porque antes
de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un
número de como cuatrocientos hombres; el cual fue muerto, y todos los que le
obedecían fueron dispersados y reducidos a nada.37Después de
éste, se levantó Judas el galileo, en los días del empadronamiento, y llevó en
pos de sí a mucho pueblo. Éste también pereció; y todos los que le obedecían
fueron dispersados. 38Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y
dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se
desvanecerá; 39pero si es de Dios, no la podréis deshacer; no
seáis tal vez hallados luchando contra Dios. 40Y convinieron
con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen
en el nombre de Jesús, y los dejaron libres.41Y ellos
partieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por
dignos de padecer afrenta por su Nombre. 42Y todos los
días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo.
HECHOS 6
1Y en aquellos días, multiplicándose el número de
los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que sus
viudas eran desatendidas en el ministerio cotidiano. 2Entonces los
doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que
nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. 3Buscad, pues,
hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del
Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes pongamos sobre este trabajo. 4Y nosotros
persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra. 5Y lo dicho
agradó a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del
Espíritu Santo, y a Felipe, y a Prócoro, y a Nicanor, y a Timón, y a Parmenas,
y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. 6A éstos
presentaron delante de los apóstoles, quienes orando, les impusieron las
manos. 7Y crecía la palabra de Dios, y el número de los
discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; y una gran multitud de los
sacerdotes obedecía a la fe. 8Y Esteban,
lleno de fe y de poder, hacía grandes prodigios y milagros entre el pueblo.9Entonces se
levantaron unos de la sinagoga que se llama de los libertinos, y cireneos, y
alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia, disputando con Esteban.10Pero no
podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11Entonces
sobornaron a unos hombres que dijeron: Le hemos oído hablar palabras blasfemas
contra Moisés y contra Dios. 12Y alborotaron
al pueblo, y a los ancianos y a los escribas; y tomándole, le trajeron al
concilio. 13Y pusieron testigos falsos, que decían: Este hombre
no cesa de hablar palabras blasfemas en contra de este lugar santo y de la
ley: 14Pues le hemos oído decir que este Jesús de Nazaret
destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés.15Entonces
todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en él, vieron
su rostro como el rostro de un ángel.
HECHOS 7
1Entonces el sumo sacerdote dijo: ¿Es esto
así? 2Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios
de gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que
morase en Harán, 3y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y
ven a la tierra que te mostraré. 4Entonces
salió de la tierra de los caldeos, y habitó en Harán: y de allí, muerto su
padre, Él le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora. 5Y no le dio
herencia en ella, ni siquiera para asentar un pie; mas le prometió que se la
daría en posesión a él, y a su simiente después de él, cuando él aún no tenía
hijo. 6Y le dijo Dios así: Que su simiente sería
extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los
maltratarían por cuatrocientos años.7Mas yo
juzgaré, dijo Dios, a la nación a la cual serán siervos; y después de esto
saldrán y me servirán en este lugar. 8Y le dio el
pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac y le circuncidó al
octavo día; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.9Y los
patriarcas, movidos de envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios era con
él, 10y le libró de todas sus aflicciones, y le dio
gracia y sabiduría en la presencia de Faraón, rey de Egipto, el cual le puso
por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.11Vino entonces
hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande aflicción; y nuestros
padres no hallaban alimentos. 12Y cuando
Jacob oyó que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.13Y en la
segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y el linaje de José fue dado a
conocer a Faraón. 14Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a
toda su parentela, en número de setenta y cinco almas. 15Así descendió
Jacob a Egipto, donde murió él y nuestros padres; 16y fueron
trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que compró Abraham a precio de
dinero de los hijos de Hamor de Siquem.17Pero cuando
se acercaba el tiempo de la promesa que Dios había jurado a Abraham, el pueblo
creció y se multiplicó en Egipto, 18hasta que se
levantó otro rey que no conocía a José. 19Éste, usando
de astucia con nuestro linaje, maltrató a nuestros padres, echando a la muerte
a sus niños para que no viviesen. 20En aquel
mismo tiempo nació Moisés, y fue hermoso a Dios; y fue criado tres meses en
casa de su padre.21Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón
le tomó, y le crió como a hijo suyo. 22Y Moisés fue
instruido en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en palabras y en
hechos. 23Y cuando cumplió la edad de cuarenta años, le vino
a su corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24Y viendo a
uno que era maltratado, lo defendió, y matando al egipcio, vengó al
oprimido. 25Y él pensaba que sus hermanos entendían que Dios
les había de dar libertad por su mano; pero ellos no lo habían entendido. 26Y al día
siguiente, riñendo ellos, se les mostró, y los ponía en paz, diciendo: Varones,
hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro?27Entonces el
que maltrataba a su prójimo, le empujó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por
príncipe y juez sobre nosotros? 28¿Quieres tú
matarme, como mataste ayer al egipcio? 29Al oír esta
palabra, Moisés huyó, y se hizo extranjero en tierra de Madián, donde engendró
dos hijos. 30Y pasados cuarenta años, el Ángel del Señor le
apareció en el desierto del monte Sinaí, en una llama de fuego en una
zarza. 31Y mirándolo Moisés, se maravilló de la visión; y
acercándose para observar, vino a él la voz del Señor, 32diciendo: Yo
soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de
Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. 33Entonces le
dijo el Señor: Quita los zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás
tierra santa es. 34Ciertamente, he visto la aflicción de mi pueblo que
está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora,
pues, ven, te enviaré a Egipto. 35A este
Moisés, al cual habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y
juez?, a éste envió Dios por príncipe y libertador por mano del Ángel que le
apareció en la zarza. 36Éste los sacó, habiendo hecho prodigios y señales
en la tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta
años. 37Éste es aquel Moisés, el cual dijo a los hijos de
Israel: Profeta os levantará el Señor Dios vuestro de entre vuestros hermanos,
como yo; a Él oiréis. 38Éste es aquél que estuvo en la iglesia en el
desierto con el Ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres;
y recibió los oráculos de vida para dárnoslos: 39Al cual
nuestros padres no quisieron obedecer; antes le desecharon, y en sus corazones
se volvieron a Egipto, 40diciendo a Aarón: Haznos dioses que vayan delante
de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos
qué le haya acontecido. 41Y en aquellos días hicieron un becerro, y
ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaron en la obra de sus manos. 42Entonces Dios
se apartó, y los entregó a que sirviesen al ejército del cielo; como está
escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y
sacrificios en el desierto por cuarenta años, oh casa de Israel? 43Antes,
trajisteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Remfan:
Figuras que os hicisteis para adorarlas: Os transportaré, pues, más allá de
Babilonia. 44Nuestros padres tuvieron el tabernáculo del
testimonio en el desierto, tal como Él lo había ordenado cuando dijo a Moisés
que lo hiciese según el modelo que había visto. 45El cual
también nuestros padres introdujeron con Jesús en la posesión de los gentiles,
a los cuales Dios echó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de
David; 46el cual halló gracia delante de Dios, y pidió hacer
tabernáculo para el Dios de Jacob. 47Mas Salomón
le edificó casa. 48Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de
mano; como el profeta dice: 49El cielo es
mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice
el Señor: ¿O cuál es el lugar de mi reposo? 50¿No hizo mi
mano todas estas cosas? 51Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de
oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así
también vosotros. 52¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros
padres? Y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual
vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; 53que recibisteis
la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis. 54Y cuando
oyeron estas cosas, se enfurecieron en sus corazones, y crujían los dientes
contra él. 55Más él, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos
en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús en pie a la diestra de
Dios, 56y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo
del Hombre en pie a la diestra de Dios. 57Entonces
dando grandes voces, y tapándose sus oídos, arremetieron a una contra él.58Y echándole
fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus vestiduras a los
pies de un joven que se llamaba Saulo. 59Y apedrearon
a Esteban, mientras él invocaba a Dios y decía: Señor Jesús, recibe mi
espíritu. 60Y arrodillándose, clamó a gran voz: Señor, no les
tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
HECHOS 8
1Y Saulo consentía en su muerte. Y en aquel tiempo
fue hecha una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y
todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los
apóstoles.2Y unos varones piadosos llevaron a enterrar a
Esteban, e hicieron gran lamentación por él. 3Y Saulo
asolaba la iglesia entrando de casa en casa, y arrastrando hombres y mujeres
los entregaba en la cárcel. 4Pero los que
fueron esparcidos, iban por todas partes predicando la palabra. 5Entonces
Felipe descendió a la ciudad de Samaria, y les predicaba a Cristo. 6Y el pueblo,
unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo los
milagros que hacía. 7Porque espíritus inmundos, dando grandes voces,
salían de muchos poseídos; y muchos paralíticos y cojos eran sanados.8Y había gran
gozo en aquella ciudad. 9Pero había un hombre llamado Simón, el cual había
ejercido la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, diciéndose
ser algún grande. 10A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño
hasta el más grande, diciendo: Éste es el gran poder de Dios. 11Y le estaban
atentos, porque con sus artes mágicas los había hechizado mucho tiempo. 12Pero cuando
creyeron a Felipe, que les predicaba acerca del reino de Dios y el nombre de
Jesucristo, fueron bautizados, así hombres como mujeres. 13Entonces
Simón mismo también creyó, y cuando fue bautizado, permaneció con Felipe, y
viendo las maravillas y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. 14Y los
apóstoles que estaban en Jerusalén, habiendo oído que Samaria había recibido la
palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan; 15quienes,
habiendo descendido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu
Santo; 16porque aún no había descendido sobre ninguno de
ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.17Entonces les
impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo. 18Y cuando vio
Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu
Santo, les ofreció dinero, 19diciendo:
Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las
manos, reciba el Espíritu Santo.20Entonces
Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios
se adquiere con dinero. 21No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto;
porque tu corazón no es recto delante de Dios.22Arrepiéntete,
pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el
pensamiento de tu corazón. 23Porque en
hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24Respondiendo
entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, que ninguna de estas
cosas que habéis dicho, venga sobre mí. 25Y ellos,
habiendo testificado y predicado la palabra del Señor, se volvieron a
Jerusalén, y en muchas aldeas de los samaritanos predicaron el evangelio. 26Y el ángel
del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que
desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.27Entonces él
se levantó, y fue. Y he aquí un etíope, eunuco, hombre de gran autoridad bajo
Candace reina de los etíopes, el cual estaba a cargo de todos sus tesoros, y
había venido a Jerusalén para adorar,28regresaba, y
sentado en su carro, leía el profeta Isaías. 29Y el Espíritu
dijo a Felipe: Acércate y júntate a este carro. 30Y corriendo
Felipe hacia él, le oyó que leía el profeta Isaías, y le dijo: ¿Entiendes lo
que lees? 31Y dijo: ¿Cómo podré, a no ser que alguien me
enseñe? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él. 32Y el lugar de
la Escritura que leía era éste: Como oveja fue llevado al matadero; y como
cordero mudo delante del trasquilador, así no abrió su boca. 33En su
humillación su juicio fue quitado: Mas su generación, ¿quién la contará? Porque
es quitada de la tierra su vida. 34Y
respondiendo el eunuco a Felipe, dijo: Te ruego ¿de quién dice el profeta esto?
¿De sí mismo, o de algún otro? 35Entonces
Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta Escritura, le predicó el
evangelio de Jesús. 36Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y
dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37Y Felipe
dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y él respondiendo, dijo: Creo que
Jesucristo es el Hijo de Dios. 38Y mandó
detener el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y le
bautizó. 39Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor
arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y gozoso, siguió su camino. 40Pero Felipe
se halló en Azoto; y pasando, predicaba el evangelio en todas las ciudades,
hasta que llegó a Cesarea
HECHOS 9
1Y Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra
los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, 2y pidió de él
cartas para las sinagogas de Damasco, para que si hallase algunos de este
Camino, ya fuesen hombres o mujeres, los trajese presos a Jerusalén.3Y yendo él
por el camino, al acercarse a Damasco, súbitamente le cercó un resplandor de
luz del cielo;4y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía:
Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5Y él dijo:
¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues; dura
cosa te es dar coces contra los aguijones. 6Y él,
temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le
dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7Y los hombres
que iban con Saulo, se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, pero sin
ver a nadie. 8Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los
ojos, no veía a nadie; así que, llevándole de la mano, lo trajeron a
Damasco. 9Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni
bebió. 10Y había un discípulo en Damasco llamado Ananías, al
cual el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. 11Y el Señor le
dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas
a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora;12y ha visto en
visión a un varón llamado Ananías, que entra y pone sus manos sobre él, para
que recobre la vista. 13Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de
muchos acerca de este hombre, de cuántos males ha hecho a tus santos en
Jerusalén; 14y aun aquí tiene autoridad de los príncipes de los
sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. 15Y le dijo el
Señor: Ve; porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en
presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 16porque yo le
mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. 17Y Ananías fue
y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el
Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para
que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18Y al momento
le cayeron de los ojos como escamas, y al instante recobró la vista; y
levantándose, fue bautizado. 19Y habiendo
tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los
discípulos que estaban en Damasco. 20Y luego
predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que Éste es el Hijo de
Dios. 21Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían:
¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a
eso vino acá, para llevarlos presos ante los príncipes de los sacerdotes?22Pero Saulo
mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco,
demostrando que Éste, es el Cristo. 23Y después de
muchos días, los judíos tomaron entre sí consejo para matarle;24pero sus
asechanzas fueron entendidas de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y
de noche para matarle. 25Entonces los discípulos, tomándole de noche, le
bajaron por el muro en una canasta. 26Y cuando
Saulo vino a Jerusalén, intentó juntarse con los discípulos; pero todos le
tenían miedo, no creyendo que él era discípulo. 27Entonces
Bernabé, tomándole, le trajo a los apóstoles, y les contó cómo había visto al
Señor en el camino, y que Él le había hablado, y cómo en Damasco había
predicado con denuedo en el nombre de Jesús. 28Y estaba con
ellos, entrando y saliendo en Jerusalén; 29y hablaba con
denuedo en el nombre del Señor Jesús; y disputaba con los griegos; pero éstos
procuraban matarle. 30Y cuando lo supieron los hermanos, le trajeron
hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.31Entonces las
iglesias tenían paz por toda Judea, y Galilea, y Samaria, y eran edificadas,
andando en el temor del Señor; y en el consuelo del Espíritu Santo se
multiplicaban. 32Y aconteció que Pedro, visitando a todos, vino
también a los santos que habitaban en Lida. 33Y halló allí
a cierto hombre llamado Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era
paralítico. 34Y Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana;
levántate, y haz tu cama. Y al instante se levantó.35Y le vieron
todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al
Señor. 36Había entonces en Jope una discípula llamada
Tabita, que interpretado quiere decir, Dorcas. Ésta era llena de buenas obras y
de limosnas que hacía. 37Y aconteció en aquellos días que enfermando, murió;
la cual, después de lavada, la pusieron en un aposento alto. 38Y como Lida
estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron
dos hombres, rogándole que no se detuviese en venir a ellos. 39Pedro
entonces levantándose, fue con ellos. Y cuando llegó, le llevaron al aposento
alto, y todas las viudas le rodearon, llorando y mostrando las túnicas y los
vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. 40Entonces,
sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo,
dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió sus ojos, y viendo a Pedro, se
incorporó. 41Y él, dándole la mano, la levantó; y llamando a los
santos y a las viudas, la presentó viva. 42Esto fue
notorio por toda Jope; y muchos creyeron en el Señor. 43Y aconteció
que se quedó muchos días en Jope, en casa de un cierto Simón, curtidor.
HECHOS 10
1Y había un varón en Cesarea llamado Cornelio,
centurión de la compañía llamada la Italiana,2piadoso y
temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo y oraba a
Dios siempre. 3Éste vio claramente en visión, como a la hora
novena del día, al Ángel de Dios que entraba a donde él estaba y le decía:
Cornelio. 4Y mirándole, tuvo miedo, y dijo: ¿Qué es, Señor? Y
le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido como un memorial delante de
Dios. 5Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a
Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. 6Éste posa en
casa de cierto Simón, curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo
que debes hacer. 7Y cuando se fue el Ángel que habló con Cornelio,
éste llamó dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que continuamente
le asistían; 8a los cuales, después de contarles todo, los envió
a Jope. 9Y al día siguiente, yendo ellos de camino, y
llegando cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar, cerca de la hora
sexta; 10y le vino una gran hambre, y quiso comer; pero
mientras ellos preparaban, le sobrevino un éxtasis; 11y vio el
cielo abierto, y un vaso que descendía hacia él, como un gran lienzo atado de
los cuatro cabos, y era bajado a la tierra; 12en el cual
había de toda clase de cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del
cielo. 13Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y
come. 14Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa
común o inmunda he comido jamás.15Y le habló la
voz la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 16Y esto fue
hecho tres veces; y el vaso volvió a ser recogido en el cielo.17Y mientras
Pedro dudaba dentro de sí qué sería la visión que había visto, he aquí, los
hombres que habían sido enviados por Cornelio, que, preguntando por la casa de
Simón, llegaron a la puerta. 18Y llamando,
preguntaron si Simón que tenía por sobrenombre Pedro, posaba allí. 19Y mientras
Pedro pensaba en la visión, el Espíritu le dijo: He aquí, tres hombres te
buscan. 20Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con
ellos; porque yo los he enviado.21Entonces
Pedro, descendiendo a los hombres que le eran enviados por Cornelio, dijo: He
aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido? 22Y ellos
dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y de buen
testimonio en toda la nación de los judíos, fue avisado de Dios por un santo
Ángel, de hacerte venir a su casa, y oír de ti palabras. 23Entonces les
invitó a entrar, y los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con
ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope. 24Y al otro día
entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus
parientes y amigos más íntimos. 25Y cuando
Pedro entraba, Cornelio salió a recibirle; y postrándose a sus pies, le
adoró. 26Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate; yo mismo
también soy hombre.27Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se
habían reunido. 28Y les dijo: Vosotros sabéis que es abominable a un
varón judío juntarse o acercarse a extranjero; pero Dios me ha mostrado que a
ningún hombre llame común o inmundo; 29por lo cual,
al ser llamado, vine sin objetar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis
hecho venir? 30Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta
hora yo estaba en ayuno; y a la hora novena yo oraba en mi casa, y he aquí un
varón se puso delante de mí en vestidura resplandeciente, 31y dijo:
Cornelio, tu oración es oída, y tus limosnas han venido en memoria delante de
Dios. 32Envía, pues, a Jope, y haz venir a un Simón, que
tiene por sobrenombre Pedro; éste posa en casa de Simón, curtidor, junto al
mar; el cual cuando venga, te hablará. 33Así que en
seguida envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros
estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha
encomendado. 34Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: A la verdad
entiendo que Dios no hace acepción de personas; 35sino que en
toda nación, del que le teme y hace justicia, Él se agrada.36La palabra
que Dios envió a los hijos de Israel, predicando la paz por Jesucristo; Éste es
Señor de todos. 37Palabra que, vosotros sabéis, fue publicada por
toda Judea; comenzando desde Galilea después del bautismo que Juan
predicó, 38cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu
Santo y con poder; el cual anduvo haciendo el bien, y sanando a todos los
oprimidos del diablo; porque Dios estaba con Él. 39Y nosotros
somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de Judea y en
Jerusalén; al cual mataron colgándole en un madero. 40A Éste Dios
resucitó al tercer día, y lo manifestó abiertamente, 41no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios antes había escogido, a nosotros que
comimos y bebimos con Él después que resucitó de los muertos. 42Y nos mandó
que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto
por Juez de vivos y muertos.43De Éste dan testimonio todos los profetas, de que
todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre. 44Mientras aún
hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían
la palabra. 45Y los creyentes de la circuncisión, que habían
venido con Pedro, estaban asombrados de que también sobre los gentiles se
derramase el don del Espíritu Santo. 46Porque los
oían hablar en lenguas y magnificar a Dios. Entonces respondió Pedro: 47¿Puede alguno
impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu
Santo también como nosotros? 48Y les mandó
que fueran bautizados en el nombre del Señor. Entonces le rogaron que se
quedase por algunos días.
HECHOS 11
1Y los apóstoles y los hermanos que estaban en
Judea, oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de
Dios. 2Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de
la circuncisión contendían con él, 3diciendo:
¿Por qué has entrado a hombres incircuncisos, y has comido con ellos? 4Entonces
comenzó Pedro a narrarles por orden lo sucedido, diciendo: 5Estaba yo en
la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; un vaso, como un gran
lienzo, que descendía, que por los cuatro cabos era bajado del cielo, y venía
hasta mí. 6En el cual al fijar los ojos, consideré y vi
cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. 7Y oí una voz
que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. 8Y dije:
Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca. 9Entonces la
voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú
común. 10Y esto fue hecho tres veces; y volvió todo a ser
llevado arriba al cielo.11Y he aquí, en seguida vinieron tres hombres a la
casa donde yo estaba, enviados a mí de Cesarea.12Y el Espíritu
me dijo que fuese con ellos sin dudar. Y estos seis hermanos también me
acompañaron, y entramos en casa de un varón, 13el cual nos
contó cómo había visto en su casa al Ángel, que se puso en pie, y le dijo: Envía
hombres a Jope, y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro; 14el cual te
hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa. 15Y cuando
comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como sobre nosotros al
principio. 16Entonces me acordé de la palabra del Señor, cuando
dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el
Espíritu Santo.17Así que, si Dios les dio el mismo don también como
a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese
estorbar a Dios? 18Entonces, oídas estas cosas, callaron, y
glorificaron a Dios, diciendo: De manera que también a los gentiles ha
concedido Dios arrepentimiento para vida. 19Y los que
habían sido esparcidos por causa de la persecución que se levantó con motivo de
Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Chipre, y Antioquía, no predicando a nadie
la palabra, sino sólo a los judíos. 20Y de ellos
había unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en
Antioquía, hablaron a los griegos, predicando el evangelio del Señor
Jesús. 21Y la mano del Señor estaba con ellos; y gran número
creyó y se convirtió al Señor. 22Y la noticia
de estas cosas llegó a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron
a Bernabé que fuese hasta Antioquía. 23El cual,
cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con
propósito de corazón permaneciesen en el Señor. 24Porque era
varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe; y mucha gente fue añadida al
Señor. 25Y Bernabé partió a Tarso a buscar a Saulo; 26y hallándole,
le trajo a Antioquía. Y sucedió que por todo un año se congregaron allí con la
iglesia, y enseñaron a mucha gente; y los discípulos fueron llamados cristianos
por primera vez en Antioquía. 27Y en aquellos
días descendieron unos profetas de Jerusalén a Antioquía.28Y
levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que
había de haber una gran hambre en toda la tierra; lo cual sucedió en tiempo de
Claudio César. 29Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que
tenía, determinaron enviar ayuda a los hermanos que habitaban en Judea: 30Lo cual
también hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
HECHOS 12
1Y en el mismo tiempo el rey Herodes echó mano a
algunos de la iglesia para maltratarlos. 2Y mató a
espada a Jacobo, hermano de Juan. 3Y viendo que
había agradado a los judíos, procedió para prender también a Pedro. Eran
entonces los días de los panes sin levadura. 4Y habiéndole
prendido, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro cuadrillas de soldados
para que le guardasen; queriendo sacarle al pueblo después de la pascua. 5Así que,
Pedro era guardado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios
por él. 6Y cuando Herodes había de sacarle, aquella misma
noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los
guardas delante de la puerta guardaban la cárcel. 7Y he aquí, el
ángel del Señor vino, y una luz resplandeció en la cárcel; y golpeando a Pedro
en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le
cayeron de las manos. 8Y le dijo el ángel: Cíñete, y átate tus sandalias.
Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. 9Y saliendo,
le seguía; y no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba
que veía visión. 10Y cuando pasaron la primera y la segunda guardia,
llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió
por sí misma; y salieron y pasaron una calle, y en seguida el ángel se apartó
de él. 11Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora
entiendo en verdad que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano
de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba. 12Y habiendo
considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por
sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. 13Y tocando
Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha, llamada Rode,14la cual,
cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corrió adentro,
y dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. 15Y ellos le
dijeron: Estás loca. Pero ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Es
su ángel. 16Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron,
le vieron, y se quedaron maravillados. 17Pero él,
haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había
sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y
salió, y se fue a otro lugar. 18Y luego que
fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de
Pedro. 19Y cuando Herodes le buscó y no le halló, habiendo
interrogado a los guardas, ordenó que éstos fueran llevados a la muerte. Y él
descendió de Judea a Cesarea, y se quedó allí. 20Y Herodes
estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo
ante él, y habiendo persuadido a Blasto, que era camarero del rey, pedían paz;
porque el territorio de ellos era abastecido por el del rey. 21Y un día
señalado, Herodes vestido de ropa real, se sentó en su trono, y les
arengó. 22Y el pueblo aclamaba, diciendo: ¡Voz de un dios, y
no de hombre!23Y al instante el ángel del Señor le hirió, por
cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.24Mas la
palabra de Dios crecía y se multiplicaba.25Y Bernabé y
Saulo, habiendo cumplido su ministerio, regresaron de Jerusalén llevando
consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.
HECHOS 13
1Había entonces en la iglesia que estaba en
Antioquía ciertos profetas y maestros; Bernabé, y Simón el que se llamaba
Niger, y Lucio cireneo, y Manahén, que había sido criado con Herodes el
tetrarca, y Saulo.2Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he
llamado. 3Y habiendo ayunado y orado, les impusieron las
manos, y los enviaron. 4Así que ellos, enviados por el Espíritu Santo,
descendieron a Seleucia; y de allí navegaron a Chipre. 5Y llegados a
Salamina, predicaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y
tenían también a Juan en el ministerio. 6Y habiendo
atravesado la isla hasta Pafos, hallaron a un hombre hechicero, falso profeta,
judío, llamado Barjesús; 7el cual estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón
prudente. Éste, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios. 8Mas les
resistía Elimas, el hechicero que así se interpreta su nombre, procurando
apartar de la fe al procónsul. 9Entonces
Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando sus ojos en
él, 10dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo
del diablo, enemigo de toda justicia: ¿No cesarás de torcer los caminos rectos
del Señor? 11Ahora pues, he aquí la mano del Señor es contra ti,
y serás ciego, y no verás el sol por un tiempo. Y al instante cayeron sobre él
oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le condujese de la
mano. 12Entonces el procónsul, viendo lo que había sido
hecho, creyó, maravillado de la doctrina del Señor. 13Y zarpando de
Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia. Y Juan,
apartándose de ellos, se regresó a Jerusalén.14Y ellos
pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga un
día de sábado, se sentaron. 15Y después de
la lectura de la ley y de los profetas, los príncipes de la sinagoga enviaron a
ellos, diciendo: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para
el pueblo, hablad.16Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de
silencio con la mano, dijo: Varones israelitas, y los que teméis a Dios,
oíd: 17El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros
padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto,
y con brazo levantado los sacó de ella. 18Y por un
tiempo como de cuarenta años soportó sus costumbres en el desierto; 19y habiendo
destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió por herencia sus
tierras.20Y después de esto, como por cuatrocientos cincuenta
años, les dio jueces hasta el profeta Samuel.21Luego
demandaron rey; y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de
Benjamín, por cuarenta años. 22Y quitado
éste, les levantó por rey a David, del cual dio también testimonio, diciendo:
He hallado a David, hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, el cual hará
toda mi voluntad. 23De la simiente de éste, conforme a la promesa, Dios
levantó a Jesús por Salvador a Israel; 24predicando
Juan, antes de su venida, el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de
Israel. 25Y cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién
pensáis que soy yo? No soy yo Él. Mas, he aquí, viene tras mí uno de quien no
soy digno de desatar el calzado de sus pies. 26Varones
hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios, a
vosotros es enviada la palabra de esta salvación. 27Pues los que
habitaban en Jerusalén, y sus príncipes, no conociendo a Éste, ni las palabras
de los profetas que se leen todos los sábados, al condenarle, las
cumplieron. 28Y aunque no hallaron en Él causa de muerte,
pidieron a Pilato que se le matase. 29Y habiendo
cumplido todas las cosas que de Él estaban escritas, quitándole del madero, le
pusieron en el sepulcro. 30Pero Dios le resucitó de los muertos. 31Y Él fue
visto muchos días por los que habían subido juntamente con Él de Galilea a
Jerusalén, los cuales son sus testigos al pueblo.32Y nosotros os
anunciamos el evangelio de aquella promesa que fue hecha a los padres, 33la cual Dios
ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros; resucitando a Jesús; como también
en el salmo segundo está escrito: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado
hoy. 34Y que le resucitó de los muertos para nunca más
volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de
David. 35Por eso dice también en otro salmo: No permitirás
que tu Santo vea corrupción. 36Porque a la
verdad David, habiendo servido a su propia generación por la voluntad de Dios,
durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. 37Mas Aquél a
quien Dios resucitó, no vio corrupción. 38Os sea, pues,
notorio, varones hermanos, que por Éste os es predicado el perdón de
pecados, 39y por Él, todos los que creen, son justificados de
todas las cosas que no pudieron ser justificados por la ley de Moisés. 40Mirad, pues,
que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: 41Mirad, oh
menospreciadores, y asombraos, y pereced: Porque yo hago una obra en vuestros
días, obra que no creeréis, aunque alguien os la contare. 42Y cuando los
judíos salieron de la sinagoga, los gentiles les rogaron que el sábado
siguiente les predicasen estas palabras. 43Y despedida
la congregación, muchos de los judíos y de los religiosos prosélitos siguieron
a Pablo y a Bernabé; quienes hablándoles, les persuadían a que permaneciesen en
la gracia de Dios. 44Y el sábado siguiente se reunió casi toda la ciudad
para oír la palabra de Dios. 45Pero cuando
los judíos vieron las multitudes, se llenaron de celos, y se oponían a lo que
Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.46Entonces
Pablo y Bernabé, tomando denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario
que se os hablase primero la palabra de Dios; mas ya que la desecháis, y os
juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. 47Porque así
nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto por luz de los gentiles, para
que seas por salvación hasta lo último de la tierra. 48Y los
gentiles oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y
creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. 49Y la palabra
del Señor era publicada por toda aquella región. 50Mas los
judíos instigaron a mujeres piadosas y honorables, y a los principales de la
ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus
términos. 51Ellos entonces sacudiendo contra ellos el polvo de
sus pies, se fueron a Iconio. 52Y los
discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
HECHOS 14
1Y aconteció en Iconio que entraron juntos en la
sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud
así de judíos, como de griegos.2Pero los judíos que fueron incrédulos, incitaron y
corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos. 3Con todo eso,
ellos se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo en el Señor, el
cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que señales y
milagros fuesen hechos por las manos de ellos. 4Pero la gente
de la ciudad estaba dividida; y unos estaban con los judíos, y otros con los
apóstoles. 5Y cuando los judíos y los gentiles, juntamente con
sus príncipes, se arrojaron para afrentarlos y apedrearlos, 6entendiéndolo
ellos, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la tierra de
alrededor. 7Y allí predicaban el evangelio. 8Y en Listra
se hallaba sentado cierto hombre, imposibilitado de sus pies, cojo desde el
vientre de su madre, que jamás había andado. 9Éste oyó
hablar a Pablo; el cual, fijando sus ojos en él, y viendo que tenía fe para ser
sanado, 10dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies.
Y él saltó, y anduvo. 11Y cuando la gente vio lo que Pablo había hecho,
alzó su voz, diciendo en lengua licaónica: Los dioses en semejanza de hombres
han descendido a nosotros. 12Y a Bernabé
llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la
palabra.13Entonces el sacerdote de Júpiter, que estaba
delante de la ciudad de ellos, trayendo toros y guirnaldas delante de las
puertas, quería ofrecer sacrificio con el pueblo. 14Y cuando lo
oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgando sus ropas, corrieron hacia la
multitud, dando voces, 15y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros
también somos hombres semejantes a vosotros, y os predicamos que de estas
vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y el mar,
y todo cuanto en ellos hay. 16El cual en
las edades pasadas dejó a todas las gentes andar en sus propios caminos;17si bien no se
dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y
tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros
corazones. 18Y diciendo estas cosas, apenas hicieron desistir al
pueblo, para que no les ofreciesen sacrificio. 19Entonces
vinieron ciertos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la
multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad,
pensando que estaba muerto. 20Mas
rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad, y al siguiente día,
partió con Bernabé para Derbe. 21Y habiendo
predicado el evangelio a aquella ciudad, y después de enseñar a muchos,
volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía,22confirmando
el alma de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe; y
diciéndoles que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en
el reino de Dios 23Y cuando les ordenaron ancianos en cada iglesia,
habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían
creído. 24Y habiendo pasado por Pisidia vinieron a
Panfilia. 25Y después de predicar la palabra en Perge,
descendieron a Atalia.26Y de allí navegaron a Antioquía, donde habían sido
encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. 27Y habiendo
llegado, reuniendo la iglesia, relataron todo lo que había hecho Dios con
ellos, y de cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. 28Y se quedaron
allí mucho tiempo con los discípulos.
HECHOS 15
1Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a
los hermanos, diciendo: Si no os circuncidáis conforme a la costumbre de
Moisés, no podéis ser salvos. 2Así que,
cuando Pablo y Bernabé tuvieron una disensión y contienda no pequeña con ellos,
determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos, subiesen a
Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión. 3Ellos, pues,
siendo encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la
conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. 4Y cuando
llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los
ancianos, y les contaron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.5Pero algunos
de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo que era
necesario circuncidarlos y mandarles que guardasen la ley de Moisés. 6Y se
reunieron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto. 7Y después de
mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis
cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió entre nosotros, que los gentiles
oyesen por mi boca la palabra del evangelio, y creyesen. 8Y Dios, que
conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo también
como a nosotros; 9y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos,
purificando por la fe sus corazones.10Ahora, pues,
¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que
ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?11Antes creemos
que por la gracia del Señor Jesucristo somos salvos, del mismo modo que ellos.12Entonces toda
la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuántos milagros
y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.13Y después que
hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos, oídme. 14Simón ha
contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos
pueblo para su nombre.15Y con esto concuerdan las palabras de los profetas,
como está escrito: 16Después de esto volveré, y reedificaré el
tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a
levantar:17Para que el resto de los hombres busque al Señor, y
todos los gentiles sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que
hace todas estas cosas.18Conocidas son a Dios todas sus obras desde la
eternidad. 19Por lo cual yo juzgo, que no se moleste a los que
de los gentiles se convierten a Dios; 20sino que les
escribamos que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, y de
fornicación, y de estrangulado y de sangre. 21Porque Moisés
desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las
sinagogas, donde es leído cada sábado. 22Entonces
pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir
varones de ellos, y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé; a Judas que
tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los
hermanos, 23y escribir por mano de ellos, de esta manera: Los
apóstoles y los ancianos y los hermanos: A los hermanos que son de los gentiles
que están en Antioquía, y en Siria, y en Cilicia, saludos. 24Por cuanto
hemos oído que algunos que han salido de nosotros, os han inquietado con
palabras, turbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, a
los cuales no dimos tal mandato, 25nos ha
parecido bien, congregados en uno, elegir varones, y enviarlos a vosotros con
nuestros amados Bernabé y Pablo, 26hombres que
han expuesto sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27Así que
enviamos a Judas y a Silas, los cuales también por palabra os harán saber lo
mismo. 28Pues ha parecido bien al Espíritu Santo, y a
nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias. 29Que os
abstengáis de lo sacrificado a ídolos, y de sangre, y de estrangulado y de
fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo
bien. 30Así que cuando ellos fueron despedidos,
descendieron a Antioquía; y reuniendo la multitud, entregaron la carta; 31la cual
habiendo leído, se gozaron por la consolación. 32Y Judas y
Silas, siendo también profetas, exhortaron y confirmaron a los hermanos con
abundancia de palabras. 33Y después de pasar allí algún tiempo, fueron
enviados de los hermanos a los apóstoles en paz. 34Mas a Silas
le pareció bien el quedarse allí aún. 35Y Pablo y
Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando y predicando la palabra del Señor,
también con muchos otros. 36Y después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé:
Volvamos y visitemos a los hermanos en todas las ciudades en que hemos
predicado la palabra del Señor, para ver cómo están.37Y Bernabé
quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; 38pero a Pablo
no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde
Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. 39Y hubo tal
contención entre ellos, que se apartaron el uno del otro; y Bernabé tomando a
Marcos, navegó a Chipre, 40y Pablo, escogiendo a Silas, partió encomendado por
los hermanos a la gracia de Dios, 41y pasó por
Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.
HECHOS 16
1Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, estaba
allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero
su padre era griego. 2De éste daban buen testimonio los hermanos que
estaban en Listra y en Iconio. 3Éste quiso
Pablo que fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que
había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego. 4Y como
pasaban por las ciudades, les entregaban los decretos que habían sido ordenados
por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén para que los
guardasen. 5Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y
aumentaban en número cada día. 6Y pasando a
Frigia y a la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo
predicar la palabra en Asia. 7Y cuando llegaron
a Misia, intentaron ir a Bitinia; pero el Espíritu no se lo permitió. 8Y pasando por
Misia, descendieron a Troas. 9Y de noche
apareció a Pablo una visión: Un varón macedonio estaba en pie, y le rogaba,
diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.10Y cuando él
vio la visión, inmediatamente procuramos ir a Macedonia, dando por cierto que
el Señor nos llamaba para que les predicásemos el evangelio. 11Zarpando,
pues, de Troas, fuimos rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a
Neápolis; 12y de allí a Filipos, que es la ciudad principal de
la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos
días. 13Y el día sábado salimos de la ciudad, junto al río,
donde solían hacer oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían
reunido. 14Y una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la
ciudad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual abrió
el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.15Y cuando fue
bautizada, ella, y su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea
fiel al Señor, entrad en mi casa; y nos constriñó a quedarnos. 16Y aconteció
que yendo nosotros a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía
espíritu de adivinación, la cual daba grande ganancia a sus amos,
adivinando. 17Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces,
diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, los cuales nos enseñan
el camino de salvación. 18Y esto lo hizo por muchos días; pero desagradando a
Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo,
que salgas de ella. Y salió en la misma hora. 19Y viendo sus
amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a
Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; 20y
presentándolos ante los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos,
alborotan nuestra ciudad, 21y predican costumbres, las cuales no nos es lícito
recibir ni hacer, pues somos romanos. 22Y se agolpó
el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles sus ropas, mandaron
azotarles con varas. 23Y después de haberles herido de muchos azotes, los
echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con
seguridad. 24El cual, habiendo recibido este mandato, los metió
en el calabozo de más adentro; y les apretó los pies en el cepo. 25Pero a media
noche, Pablo y Silas oraban, y cantaban himnos a Dios; y los presos los
oían. 26Y repentinamente hubo un gran terremoto, de tal
manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos; y al instante se
abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. 27Y despertando
el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y se
quería matar, pensando que los presos se habían escapado. 28Mas Pablo
clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún daño, pues todos estamos
aquí. 29Él entonces, pidiendo luz, entró corriendo, y
temblando, se derribó a los pies de Pablo y de Silas; 30y sacándolos,
les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31Y ellos
dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa. 32Y le hablaron
la palabra del Señor, y a todos los que estaban en su casa. 33Y él,
tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y enseguida
fue bautizado él, y todos los suyos. 34Y llevándolos
a su casa, les puso la mesa; y se regocijó de haber creído en Dios con toda su
casa. 35Y cuando fue de día, los magistrados enviaron
alguaciles, diciendo: Deja ir a aquellos hombres. 36Y el
carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a
decir que se os suelte, así que ahora salid, e id en paz. 37Entonces
Pablo les dijo: Nos azotaron públicamente sin ser condenados; siendo hombres
romanos, nos echaron en la cárcel; ¿y ahora nos echan secretamente? No, de
cierto, sino dejad que vengan ellos mismos y nos saquen. 38Y los
alguaciles dijeron estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo
al oír que eran romanos.39Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron
que salieran de la ciudad. 40Y saliendo de
la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, los
consolaron, y se fueron.
HECHOS 17
1Y pasando por Amfípolis y Apolonia, llegaron a
Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.2Y Pablo, como
acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados disputó con ellos de las
Escrituras,3enseñando y exponiendo que era necesario que el
Cristo padeciese y resucitase de los muertos; y que este Jesús, a quien yo os
predico, decía él, es el Cristo. 4Y algunos de
ellos creyeron y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos
gran multitud, y mujeres nobles no pocas. 5Pero los
judíos que no eran creyentes, llenos de envidia, tomaron consigo a unos hombres
perversos, de lo peor, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando
la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6Y al no
hallarlos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la
ciudad, gritando: Estos que han trastornado al mundo también han venido acá;7a los cuales
Jasón ha recibido; y todos éstos, hacen contrario a los decretos de César,
diciendo que hay otro rey, Jesús. 8Y el pueblo y
los magistrados de la ciudad se alborotaron al oír estas cosas. 9Mas habiendo
obtenido fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. 10Y de inmediato
los hermanos, enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea; los cuales, habiendo
llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. 11Y éstos eran
más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con
toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas
eran así. 12Así que creyeron muchos de ellos; y mujeres griegas
distinguidas, y no pocos hombres. 13Pero cuando
los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era predicada la palabra
de Dios por Pablo, fueron también allá y alborotaron al pueblo. 14Entonces los
hermanos, inmediatamente enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y
Timoteo se quedaron allí. 15Y los que conducían a Pablo, le llevaron hasta
Atenas; y habiendo recibido mandamiento para Silas y Timoteo, de que viniesen a
él tan pronto como pudiesen, partieron. 16Y mientras
Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía en él, viendo la ciudad
entregada a la idolatría. 17Así que, disputaba en la sinagoga con los judíos, y
los religiosos; y en la plaza cada día con los que concurrían. 18Y ciertos
filósofos de los epicúreos y de los estoicos, disputaban con él; y unos decían:
¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de dioses
extraños; porque les predicaba a Jesús y la resurrección. 19Y tomándole,
le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva doctrina
de que hablas? 20Pues traes a nuestros oídos ciertas cosas extrañas;
queremos, pues, saber qué significan estas cosas. 21Porque todos
los atenienses y los extranjeros que estaban allí, no se interesaban en ninguna
otra cosa, sino en decir o en oír algo nuevo. 22Entonces
Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo
veo que sois muy supersticiosos; 23porque
pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba
esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Aquél, pues, que vosotros adoráis sin
conocerle, a Éste yo os anuncio. 24El Dios que
hizo el mundo y todas las cosas que en él hay; Éste, siendo Señor del cielo y
de la tierra, no habita en templos hechos de manos; 25ni es honrado
por manos de hombres, como si necesitase algo; pues Él a todos da vida y
aliento, y todas las cosas. 26Y de una
sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la
faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de
su habitación; 27para que busquen al Señor, si en alguna manera,
palpando, le hallen; si bien no está lejos de cada uno de nosotros. 28Porque en Él
vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de vuestros poetas han
dicho: Porque también nosotros somos linaje suyo. 29Siendo, pues,
linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o
plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres. 30Pero Dios,
habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora demanda a todos
los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien Él designó; dando fe a todos con haberle resucitado de los muertos. 32Y cuando
oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Te
oiremos acerca de esto en otra ocasión. 33Y así Pablo
salió de en medio de ellos. 34Mas algunos
creyeron y se unieron a él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, y
una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
HECHOS 18
1Después de estas cosas, Pablo partió de Atenas y
vino a Corinto. 2Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto,
que recién había venido de Italia con Priscila su esposa porque Claudio había
mandado que todos los judíos saliesen de Roma, y vino a ellos. 3Y como él era
del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaba; pues el oficio de ellos era
hacer tiendas.4Y disputaba en la sinagoga todos los sábados, y
persuadía a judíos y a griegos. 5Y cuando
Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo, constreñido en espíritu,
testificaba a los judíos que Jesús era el Cristo.6Mas
oponiéndose y blasfemando ellos, sacudiéndose él sus ropas, les dijo: Vuestra
sangre sea sobre vuestra cabeza; yo limpio estoy; desde ahora me iré a los
gentiles. 7Y partiendo de allí, entró en casa de uno llamado
Justo, temeroso de Dios, cuya casa estaba junto a la sinagoga. 8Y Crispo, el
principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los
corintios al oír, creían y eran bautizados. 9Entonces el
Señor en una visión de noche, dijo a Pablo: No temas, sino habla, y no calles;10porque yo
estoy contigo, y nadie vendrá sobre ti para dañarte; porque yo tengo mucho
pueblo en esta ciudad. 11Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles
la palabra de Dios. 12Y siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se
levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal,13diciendo:
Éste persuade a los hombres a adorar a Dios contrario a la ley. 14Y cuando
Pablo estaba por abrir su boca, Galión dijo a los judíos: Si se tratara de
algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os
toleraría. 15Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y
de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas
cosas. 16Y los echó del tribunal. 17Entonces
todos los griegos, tomando a Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban
delante del tribunal; mas a Galión nada se le daba de ello. 18Y Pablo,
habiéndose detenido aún muchos días allí, despidiéndose de los hermanos, navegó
a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea,
porque tenía voto. 19Y llegó a Éfeso, y los dejó allí. Mas él entrando
en la sinagoga disputaba con los judíos, 20los cuales le
rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; pero él no accedió; 21sino que se
despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde la fiesta
que viene, en Jerusalén; mas otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y
zarpó de Éfeso. 22Y habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a
la iglesia, y luego descendió a Antioquía. 23Y después de
pasar allí algún tiempo, partió, andando por orden la provincia de Galacia y de
Frigia, confirmando a todos los discípulos. 24Y cierto
judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las
Escrituras, vino a Éfeso. 25Éste había sido instruido en el camino del Señor; y
siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente
al Señor, aunque sólo conocía el bautismo de Juan.26Y comenzó a
hablar con denuedo en la sinagoga; y cuando Priscila y Aquila le oyeron, le
tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios.27Y queriendo
él pasar a Acaya, los hermanos escribieron, exhortando a los discípulos que le
recibiesen; y cuando él llegó, ayudó mucho a los que por la gracia habían
creído. 28Porque con gran vehemencia convencía públicamente a
los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.
HECHOS 19
1Y aconteció que mientras Apolos estaba en Corinto,
Pablo, habiendo pasado por las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a
ciertos discípulos, 2les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído que hay Espíritu
Santo. 3Entonces les dijo: ¿En qué, pues, fuisteis
bautizados? Y ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4Y Pablo les
dijo: Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que
creyesen en Aquél que vendría después de él, esto es, en Cristo Jesús. 5Cuando oyeron
esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6Y habiéndoles
impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en
lenguas, y profetizaban. 7Y eran por todos unos doce varones. 8Y entrando en
la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, disputando y
persuadiendo acerca del reino de Dios. 9Pero cuando
algunos se endurecieron y no creyeron, sino que maldijeron el Camino delante de
la multitud, él se apartó de ellos y apartó a los discípulos, disputando cada
día en la escuela de un tal Tyrano.10Y esto fue
hecho por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia,
judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús. 11Y hacía Dios
milagros incomparables por mano de Pablo; 12de tal manera
que aun los pañuelos o delantales de su cuerpo eran llevados a los enfermos, y
las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus salían de ellos. 13Pero algunos
de los judíos, vagabundos exorcistas, intentaron invocar el nombre del Señor
Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuramos por Jesús,
el que Pablo predica. 14Y había siete hijos de un tal Sceva, judío,
príncipe de los sacerdotes, que hacían esto.15Y
respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero
vosotros, ¿quiénes sois? 16Y el hombre en quien estaba el espíritu malo saltó
sobre ellos, y dominándolos, prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron
de aquella casa, desnudos y heridos. 17Y esto fue
notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y cayó
temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado. 18Y muchos de
los que habían creído venían, confesando, y dando cuenta de sus hechos. 19Asimismo
muchos de los que habían practicado la magia, trajeron sus libros, y los
quemaron delante de todos; y contando el precio de ellos, se halló ser
cincuenta mil piezas de plata. 20Así crecía
poderosamente la palabra del Señor, y prevalecía.21Y pasadas
estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén después de recorrer
Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario
ver también a Roma. 22Y enviando a Macedonia a dos de los que le
ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia. 23Y en aquel
tiempo hubo un alboroto no pequeño acerca del Camino. 24Porque un
platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba a los
artífices no poca ganancia; 25a los cuales,
reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este
oficio obtenemos nuestra riqueza; 26y veis y oís
que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha persuadido y
apartado a muchas gentes, diciendo que no son dioses los que se hacen con las
manos. 27Y no solamente hay peligro de que este negocio se
nos deshaga, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea despreciado,
y venga a ser destruida su majestad, la cual adora toda Asia y el mundo. 28Y oyendo
esto, se llenaron de ira, y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los
efesios!29Y toda la ciudad se llenó de confusión; y
arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo, a una se
abalanzaron al teatro.30Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos
no le dejaron. 31También algunos de los principales de Asia, que eran
sus amigos, enviaron a él rogándole que no se presentase en el teatro. 32Unos, pues,
gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y la
mayoría de ellos no sabían por qué se habían reunido. 33Y sacaron de
entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro,
haciendo señal con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. 34Pero cuando
supieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es
Diana de los efesios!35Entonces el escribano, cuando hubo apaciguado a la
multitud, dijo: Varones efesios ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de
los efesios es adoradora de la gran diosa Diana, y de la imagen caída de
Júpiter?36Y ya que esto no puede ser contradicho, conviene
que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitadamente; 37pues habéis
traído a estos hombres, sin ser sacrílegos, ni blasfemadores de vuestra
diosa. 38Que si Demetrio y los artífices que están con él
tienen pleito contra alguno, audiencias se hacen, y procónsules hay; acúsense
unos a otros.39Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima
asamblea se puede decidir. 40Porque
estamos en peligro de ser acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo
ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso. 41Y habiendo
dicho esto, despidió la asamblea.
HECHOS 20
1Y después que cesó el alboroto, Pablo llamó a los
discípulos, y abrazándoles, se despidió, y partió para ir a Macedonia. 2Y habiendo
recorrido aquellas regiones, después de exhortarles con abundancia de palabras,
vino a Grecia. 3Y estuvo allí tres meses. Y cuando los judíos le
pusieron acechanza, estando él por navegar a Siria, decidió regresarse por
Macedonia. 4Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, y de
los tesalonicenses, Aristarco y Segundo, y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia,
Tíquico y Trófimo. 5Éstos, habiéndose adelantado, nos esperaron en
Troas. 6Y nosotros, pasados los días de los panes sin
levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días vinimos a ellos a Troas, donde
estuvimos siete días. 7Y el primer día de la semana, reuniéndose los
discípulos para partir el pan, Pablo les predicaba; y habiendo de partir al día
siguiente, alargó su discurso hasta la media noche. 8Y había
muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos.9Y un joven
llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, cayó en un sueño profundo; y
como Pablo predicaba largamente, se quedó dormido y cayó del tercer piso abajo,
y fue levantado muerto.10Entonces descendió Pablo y se derribó sobre él, y
abrazándole, dijo: No os turbéis, que su vida está en él. 11Y cuando
subió otra vez, y hubo partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba,
y así partió.12Y trajeron al joven vivo, y fueron consolados no
poco. 13Y nosotros, adelantándonos a tomar la nave, navegamos
a Asón, para recoger allí a Pablo; pues él así lo había determinado, queriendo
él ir por tierra.14Y cuando se encontró con nosotros en Asón,
tomándolo a bordo, vinimos a Mitilene. 15Y navegando
de allí, al día siguiente llegamos delante de Quíos, y al otro día tomamos
puerto en Samos; y habiendo reposado en Trogilio, al día siguiente llegamos a
Mileto. 16Porque Pablo había determinado navegar adelante de
Éfeso, por no detenerse en Asia; pues se apresuraba para, si le fuese posible,
estar en Jerusalén el día de Pentecostés. 17Y desde
Mileto envió a Éfeso, e hizo llamar a los ancianos de la iglesia. 18Y cuando
vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he conducido entre vosotros
todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia; 19sirviendo al
Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por
las asechanzas de los judíos;20y cómo nada que os fuese útil he rehuido de
anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,21testificando
a los judíos y a los griegos arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro
Señor Jesucristo. 22Y he aquí, ahora, ligado yo en espíritu, voy a
Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; 23salvo que el
Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que prisiones
y tribulaciones me esperan. 24Pero de
ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; con tal que
acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios. 25Y ahora, he
aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el
reino de Dios, verá más mi rostro. 26Por tanto, yo
os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; 27porque no he
rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.28Por tanto,
mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia
sangre. 29Porque yo sé esto, que después de mi partida
entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30Y de vosotros
mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos
tras sí. 31Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de
noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. 32Y ahora,
hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa
para sobreedificaros, y daros herencia con todos los santificados. 33No he
codiciado plata, u oro, o vestidura de nadie. 34Antes
vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y para los que están
conmigo, estas manos me han servido. 35En todo os he
enseñado que trabajando así, es necesario sobrellevar a los débiles, y recordar
las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que
recibir. 36Y habiendo dicho estas cosas, se puso de rodillas,
y oró con todos ellos. 37Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose
sobre el cuello de Pablo, le besaban, 38entristeciéndose
sobre todo por las palabras que había dicho, de que ya no volverían a ver su
rostro. Y le acompañaron hasta el barco.
HECHOS 21
1Y aconteció que después de separarnos de ellos,
zarpamos y vinimos camino directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí
a Pátara. 2Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos,
y zarpamos. 3Y cuando avistamos a Chipre, dejándola a mano
izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro; porque el barco había de
descargar allí su cargamento. 4Y hallados
los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el
Espíritu, que no subiese a Jerusalén. 5Y cuando
cumplimos aquellos días, partimos, y nos encaminaron todos, con sus esposas e
hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la ribera,
oramos. 6Y abrazándonos unos a otros, subimos al barco, y
ellos se volvieron a sus casas. 7Y nosotros,
cumplida la navegación, vinimos de Tiro a Tolemaida; y habiendo saludado a los
hermanos, nos quedamos con ellos un día. 8Y al día
siguiente, partiendo Pablo y los que con él estábamos, vinimos a Cesarea; y entrando
en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con
él. 9Y éste tenía cuatro hijas vírgenes que
profetizaban. 10Y deteniéndonos allí por muchos días, descendió de
Judea un profeta llamado Agabo.11Y cuando él vino a nosotros, tomó el cinto de
Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así
atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán
en manos de los gentiles. 12Y cuando oímos esto, le rogamos nosotros y los de
aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. 13Entonces
Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo
estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino aun a morir en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús. 14Y como no le pudimos persuadir, desistimos,
diciendo: Hágase la voluntad del Señor. 15Y después de
estos días, tomando nuestro bagaje, subimos a Jerusalén.16Y vinieron
también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a
un Mnasón, de Chipre, un discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos. 17Y cuando
llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. 18Y al día
siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban
presentes; 19y después de saludarlos, les contó una por una las
cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio.20Y cuando
ellos lo oyeron, glorificaron al Señor, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos
millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley.21Y están
informados acerca de ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los
gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no deben circuncidar a sus
hijos, ni andar según las costumbres.22¿Qué hay,
pues? La multitud se reunirá de cierto; porque oirán que has venido. 23Haz, pues,
esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen voto sobre
sí: 24Tómalos contigo, y purifícate con ellos, y paga con
ellos para que rasuren sus cabezas; y todos entenderán que no hay nada de lo
que fueron informados acerca de ti; sino que tú también andas ordenadamente, y
guardas la ley.25Pero en cuanto a los gentiles que han creído,
nosotros hemos escrito y acordado que no guarden nada de esto; solamente que se
abstengan de lo que fue sacrificado a los ídolos, y de sangre, y de estrangulado
y de fornicación. 26Entonces Pablo tomó consigo aquellos hombres, y al
día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para
anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, hasta que una ofrenda
fuese ofrecida por cada uno de ellos. 27Y cuando
estaban por cumplirse los siete días, los judíos de Asia, al verle en el
templo, alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano,28dando voces:
¡Varones israelitas, ayudad! Éste es el hombre que por todas partes enseña a
todos contra el pueblo, y la ley, y este lugar; y además ha metido a griegos en
el templo, y ha profanado este santo lugar.29Porque antes
habían visto con él en la ciudad a Trófimo, efesio, al cual pensaban que Pablo
había metido en el templo. 30Así que toda
la ciudad se agitó, y se agolpó el pueblo; y tomando a Pablo, lo arrastraron
fuera del templo, y en seguida cerraron las puertas. 31Y cuando iban
a matarle, fue dado aviso al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de
Jerusalén estaba alborotada. 32Éste, de
inmediato tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo hacia ellos. Y cuando
ellos vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo. 33Entonces
llegando el tribuno, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas; y preguntó
quién era, y qué había hecho. 34Pero entre la
multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada
de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza. 35Y cuando
llegó a las gradas, aconteció que fue llevado en vilo por los soldados a causa
de la violencia del pueblo;36porque la multitud del pueblo venía detrás,
gritando: ¡Fuera con él! 37Y cuando estaban por meter a Pablo en la fortaleza,
dijo al tribuno: ¿Me permites decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego? 38¿No eres tú
aquel egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al
desierto cuatro mil hombres sicarios? 39Entonces
Pablo le dijo: Yo de cierto soy hombre judío, de Tarso, ciudadano de una ciudad
no insignificante de Cilicia; y te ruego que me permitas hablar al pueblo. 40Y cuando él
se lo permitió, Pablo estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al
pueblo, y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
HECHOS 22
1Varones hermanos y padres, oíd mi defensa que hago
ahora ante vosotros. 2Y cuando oyeron que les hablaba en lengua hebrea,
guardaron más silencio. Y les dijo: 3Yo de cierto
soy hombre judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad,
educado a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros
padres, siendo celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. 4Y perseguí
este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles así hombres
como mujeres; 5como también el sumo sacerdote me es testigo, y
todos los ancianos; de los cuales también recibí cartas para con los hermanos;
e iba a Damasco para traer presos a Jerusalén a los que estuviesen allí, para
que fuesen castigados. 6Y aconteció que cuando hacía mi jornada, y llegaba
cerca de Damasco, como a mediodía, repentinamente resplandeció del cielo una
gran luz que me rodeó; 7y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? 8Yo entonces
respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quién tú
persigues. 9Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la
luz, y se espantaron; mas no oyeron la voz del que hablaba conmigo. 10Y dije: ¿Qué
haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá
todo lo que está ordenado que hagas. 11Y como yo no
podía ver a causa de la gloria de aquella luz, llevado de la mano por los que
estaban conmigo, vine a Damasco.12Entonces un
Ananías, varón piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos
los judíos que moraban allí, 13vino a mí, y
acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella hora le
miré. 14Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha
escogido, para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su
boca. 15Porque serás testigo suyo ante todos los hombres de
lo que has visto y oído. 16Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y sé
bautizado; y lava tus pecados invocando el nombre del Señor. 17Y me
aconteció, que vuelto a Jerusalén, mientras oraba en el templo, fui arrebatado
en éxtasis. 18Y le vi que me decía: Date prisa, y sal cuanto
antes de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. 19Y yo dije:
Señor, ellos saben que yo encarcelaba, y azotaba por las sinagogas a los que
creían en ti; 20y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu
mártir, yo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las
ropas de los que le mataban. 21Y me dijo:
Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles. 22Y le oyeron
hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal
hombre, porque no conviene que viva. 23Y como ellos
daban voces y arrojaban sus ropas y echaban polvo al aire, 24el tribuno
mandó que le llevasen a la fortaleza, y ordenó que fuese interrogado con
azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. 25Y cuando le
ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito
azotar a un hombre romano sin ser condenado? 26Y cuando el
centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: Mira bien qué vas a
hacer; porque este hombre es romano. 27Entonces vino
el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú romano? Él dijo: Sí. 28Y respondió
el tribuno: Yo con grande suma alcancé esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo:
Pero yo la tengo de nacimiento. 29Así que, en
seguida se apartaron de él los que le iban a interrogar; y el tribuno, al saber
que era romano, también tuvo temor por haberle atado. 30Y al día
siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la que era acusado de los
judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los príncipes de los
sacerdotes y a todo su concilio; y sacando a Pablo, le presentó delante de
ellos.
HECHOS 23
1Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio,
dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios
hasta el día de hoy. 2Y el sumo sacerdote Ananías, mandó a los que
estaban delante de él, que le golpeasen en la boca. 3Entonces
Pablo le dijo: Dios te golpeará a ti, pared blanqueada: ¿Pues tú estás sentado
para juzgarme conforme a la ley, y contra la ley me mandas golpear? 4Y los que
estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios insultas? 5Y Pablo dijo:
No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás
al príncipe de tu pueblo. 6Y cuando Pablo percibió que una parte era de
saduceos, y la otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo
siendo fariseo, hijo de fariseo; de la esperanza y de la resurrección de los
muertos soy juzgado. 7Y cuando hubo dicho esto, se levantó una disensión
entre los fariseos y los saduceos, y la multitud se dividió.8Porque los
saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los
fariseos profesan estas cosas. 9Y se levantó
un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos,
contendían diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le
ha hablado, o un ángel, no peleemos contra Dios. 10Y como hubo
gran disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuera despedazado por
ellos, ordenó a los soldados que bajaran y lo arrebataran de en medio de ellos
y lo llevaran a la fortaleza. 11Y a la noche
siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo; pues como has
testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en
Roma. 12Y cuando fue de día, algunos de los judíos se
juntaron, e hicieron voto bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían
hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.13Y eran más de
cuarenta los que habían hecho esta conjura; 14los cuales
vinieron a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos, y dijeron:
Nosotros hemos hecho voto bajo maldición, que no hemos de gustar nada hasta que
hayamos dado muerte a Pablo.15Ahora, pues, vosotros, con el concilio, pedid al
tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis inquirir acerca de
él alguna cosa más cierta; y nosotros estaremos apercibidos para matarle antes
que él llegue. 16Pero cuando el hijo de la hermana de Pablo oyó de
la asechanza, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo. 17Y Pablo,
llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven al tribuno, porque
tiene algo que decirle. 18Entonces él le tomó y le llevó al tribuno, y dijo:
El preso Pablo, llamándome, me rogó que trajese a ti a este joven, porque tiene
algo que decirte. 19Y el tribuno, tomándole de la mano y retirándose
aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? 20Y él dijo:
Los judíos han concertado rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio,
como que van a inquirir de él alguna cosa más cierta.21Pero tú no
les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales han
hecho voto bajo maldición, de no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte;
y ahora están apercibidos esperando de ti promesa. 22Entonces el
tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado
aviso de esto. 23Y llamando a dos centuriones, les dijo: Preparad
para la hora tercera de la noche doscientos soldados, y setenta de a caballo y
doscientos lanceros, para que vayan hasta Cesarea;24y provéanles
cabalgaduras en que poniendo a Pablo, lo lleven a salvo a Félix el
gobernador. 25Y escribió una carta de esta manera: 26Claudio
Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 27A este
hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, libré yo
acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era romano. 28Y queriendo
saber la causa por qué le acusaban, le llevé ante el concilio de ellos; 29y hallé que
le acusaban de cuestiones de la ley de ellos, pero que ninguna acusación tenía
digna de muerte o de prisión. 30Y cuando me
fue dicho de como los judíos asechaban a este hombre, al punto le he enviado a
ti, mandando también a los acusadores que digan delante de ti lo que tienen
contra él. Pásalo bien. 31Entonces los soldados, tomando a Pablo como les era
mandado, le llevaron de noche a Antípatris. 32Y al día
siguiente, dejando a los de a caballo que fuesen con él, regresaron a la
fortaleza.33Los cuales, como llegaron a Cesarea, y dieron la
carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. 34Y cuando el
gobernador leyó la carta, preguntó de qué provincia era. Y cuando entendió que
era de Cilicia, 35dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó
que le guardasen en el pretorio de Herodes.
HECHOS 24
1Y cinco días después el sumo sacerdote Ananías,
descendió con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y
comparecieron ante el gobernador contra Pablo. 2Y cuando éste
fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Debido a ti gozamos de gran
quietud, y muchas cosas son bien gobernadas en la nación por tu
providencia; 3en todo tiempo y en todo lugar lo recibimos con
toda gratitud, oh excelentísimo Félix. 4Pero por no
serte muy tedioso, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu gentileza. 5Pues hemos
hallado que este hombre es pestilencial, y levantador de sediciones entre todos
los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. 6Quien también
intentó profanar el templo; y prendiéndole, le quisimos juzgar conforme a
nuestra ley. 7Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran
violencia le quitó de nuestras manos,8mandando a
sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, al interrogarle, podrás enterarte
de todas estas cosas de que le acusamos. 9Y asentían
también los judíos, diciendo ser así estas cosas. 10Y habiéndole
hecho señal el gobernador para que hablase, Pablo respondió: Porque sé que
desde hace muchos años eres juez de esta nación, de buen ánimo haré mi
defensa. 11Porque tú puedes verificar que no hace más de doce
días yo subí a adorar a Jerusalén; 12y no me
hallaron en el templo disputando con alguno, ni alborotando al pueblo, ni en
las sinagogas, ni en la ciudad; 13ni pueden
probar las cosas de que ahora me acusan. 14Pero te
confieso esto, que conforme al Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al
Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas
están escritas; 15teniendo esperanza en Dios que ha de haber
resurrección de los muertos, así de justos como de injustos, la cual también
ellos esperan. 16Y por esto yo procuro tener siempre una conciencia
sin ofensa ante Dios y ante los hombres.17Mas pasados
muchos años, vine a hacer limosnas a mi nación, y ofrendas. 18Y en esto,
unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo no con multitud ni con
alboroto; 19los cuales debían haber comparecido ante ti, y
acusar, si contra mí tenían algo.20O digan estos
mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el
concilio,21a no ser por aquella voz, que clamé estando entre
ellos: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por
vosotros. 22Entonces Félix, oídas estas cosas, teniendo mejor
conocimiento de este Camino, les puso dilación, diciendo: Cuando descendiere el
tribuno Lisias acabaré de conocer de vuestro asunto. 23Y mandó al
centurión que se guardase a Pablo, y que tuviese libertades; y que no
impidiesen a ninguno de los suyos servirle o venir a él.24Y algunos
días después, viniendo Félix con Drusila, su esposa, la cual era judía, llamó a
Pablo, y le oyó acerca de la fe en Cristo. 25Y disertando
él de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix, se espantó,
y dijo: Vete ahora, y cuando tenga oportunidad te llamaré. 26Esperando
también con esto, que de parte de Pablo le sería dado dinero para que le
soltase; por lo cual, haciéndole venir muchas veces, hablaba con él. 27Pero al cabo
de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix
congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.
HECHOS 25
1Festo, pues, entrado en la provincia, tres días
después subió de Cesarea a Jerusalén. 2Entonces el
sumo sacerdote y los principales de los judíos se presentaron ante él contra
Pablo; y le rogaron,3pidiendo favor contra él, que le hiciese traer a
Jerusalén, poniendo ellos asechanza para matarle en el camino. 4Pero Festo
respondió que Pablo estuviese guardado en Cesarea, y que él mismo iría allá en
breve. 5Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan
conmigo, y si hay algún crimen en este varón, acúsenle. 6Y
deteniéndose entre ellos más de diez días, descendió a Cesarea; y el día
siguiente se sentó en el tribunal, y mandó que trajesen a Pablo. 7Y cuando éste
llegó, le rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando
contra Pablo muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar; 8alegando él
en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra
César he pecado en nada. 9Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos,
respondió a Pablo, y dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de
estas cosas delante de mí? 10Y Pablo dijo:
Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he
hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. 11Porque si
algún agravio, o alguna cosa digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si
nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A
César apelo. 12Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo,
respondió: A César has apelado; a César irás. 13Y pasados
algunos días, el rey Agripa y Bernice vinieron a Cesarea a saludar a
Festo. 14Y como estuvieron allí muchos días, Festo declaró
al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix,15acerca del
cual, cuando estuve en Jerusalén, comparecieron ante mí los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo juicio contra él.16A los cuales
respondí: No es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que
el acusado tenga presentes a sus acusadores, y tenga oportunidad de defenderse
de la acusación. 17Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin
ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al
hombre. 18Y estando presentes los acusadores, ningún cargo
presentaron de los que yo suponía, 19sino que
tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su superstición, y de un cierto
Jesús, ya muerto, el cual Pablo afirmaba estar vivo.20Y yo, dudando
en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado
de estas cosas. 21Pero como Pablo apeló para ser reservado para la
audiencia de Augusto, mandé que le guardasen hasta que le enviara a
César. 22Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera
oír a ese hombre. Y él dijo: Mañana le oirás. 23Y al otro
día, viniendo Agripa y Bernice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con
los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue
traído Pablo.24Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los
varones aquí presentes con nosotros; veis a este hombre, del cual toda la
multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no
debe vivir más; 25pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte
ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él. 26Del cual no
tengo cosa cierta que escribir a mi señor; por lo que le he traído ante
vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle,
tenga yo qué escribir. 27Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y
no informar de los cargos que haya en su contra.
HECHOS 26
1Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar
por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su
defensa: 2Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que hoy
haya de defenderme delante de ti acerca de todas las cosas de que soy acusado
por los judíos. 3Mayormente sabiendo que tú eres conocedor de todas
las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que
me oigas con paciencia. 4Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el
principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; 5los cuales
saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más
estricta secta de nuestra religión, he vivido fariseo. 6Y ahora, por
la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, comparezco y soy
juzgado; 7promesa a la cual nuestras doce tribus, sirviendo
constantemente de día y de noche, esperan han de llegar. Por esta esperanza, oh
rey Agripa, soy acusado por los judíos. 8¿Por qué se
juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos? 9Yo
ciertamente había pensando dentro de mí, que era mi deber hacer muchas cosas
contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10lo cual
también hice en Jerusalén, y yo encerré en cárceles a muchos de los santos,
habiendo recibido autoridad de los príncipes de los sacerdotes; y cuando los
mataron, yo di mi voto. 11Y muchas veces, castigándolos por todas las
sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los
perseguí hasta en las ciudades extranjeras. 12Y ocupado en
ello, yendo a Damasco con autoridad y comisión de los príncipes de los
sacerdotes, 13al mediodía, oh rey, yendo en el camino vi una luz
del cielo, que sobrepasaba el resplandor del sol, iluminando en derredor de mí
y de los que iban conmigo. 14Y habiendo
caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua
hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra
los aguijones. 15Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y Él dijo: Yo
soy Jesús, a quien tú persigues. 16Pero
levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto te he aparecido, para
ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que
me apareceré a ti, 17librándote de este pueblo y de los gentiles, a los
cuales ahora te envío, 18para que abras sus ojos, para que se conviertan de
las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban,
por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los
santificados. 19Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la
visión celestial, 20sino que anuncié primeramente a los que están en
Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se
arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento. 21Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el
templo, intentaron matarme. 22Pero habiendo
obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a
pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y
Moisés dijeron que habían de venir. 23Que Cristo
había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para
anunciar luz al pueblo y a los gentiles. 24Y diciendo él
estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas
letras te vuelven loco.25Pero él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo,
sino que hablo palabras de verdad y de cordura.26Pues el rey
sabe estas cosas, delante del cual también hablo confiadamente. Pues estoy
seguro que no ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún
rincón. 27¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que
crees. 28Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades
a ser cristiano. 29Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios, que por poco o por
mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos
tales cual yo soy, excepto estas cadenas! 30Y cuando hubo
dicho esto, se levantó el rey, y el gobernador, y Bernice, y los que estaban
sentados con ellos; 31Y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí,
diciendo: Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión, hace este hombre. 32Y Agripa dijo
a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a
César.
HECHOS 27
1Y cuando fue determinado que habíamos de navegar
para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado
Julio, de la compañía Augusta. 2Y
embarcándonos en una nave adrumentina, queriendo navegar junto a las costas de
Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica. 3Y al otro día
llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese
a sus amigos, para ser asistido por ellos. 4Y haciéndonos
a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran
contrarios. 5Y habiendo pasado el mar de Cilicia y Panfilia,
arribamos a Mira, ciudad de Licia. 6Y hallando
allí el centurión una nave de Alejandría que navegaba a Italia, nos embarcó en
ella. 7Y navegando muchos días despacio, y habiendo apenas
llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos a sotavento de
Creta, junto a Salmón. 8Y costeándola difícilmente, llegamos a un lugar que
llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea. 9Y pasado
mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, habiendo ya pasado el ayuno,
Pablo les amonestaba, 10diciéndoles: Varones, veo que con perjuicio y mucho
daño habrá de ser la navegación, no sólo del cargamento y de la nave, sino también
de nuestras vidas. 11Pero el centurión creía más al piloto y al patrón
de la nave, que a lo que Pablo decía. 12Y porque el
puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordaron zarpar también de allí,
por si pudiesen arribar a Fenice, que es un puerto de Creta que mira hacia el
nordeste y sudeste, e invernar allí. 13Y soplando
una suave brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, izando
velas, iban costeando Creta. 14Pero no mucho
después se levantó en su contra un viento tempestuoso, que se llama
Euroclidón. 15Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo resistir
contra el viento, resignados, dejamos la nave a la deriva. 16Y corriendo a
sotavento de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos salvar el
esquife; 17el cual subido a bordo, usaban de refuerzos,
ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen en la Sirte, arriando velas,
quedaron a la deriva. 18Y siendo azotados por una vehemente tempestad, al
día siguiente alijaron la nave; 19y al tercer
día nosotros con nuestras manos arrojamos los aparejos de la nave.20Y no
apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, siendo azotados por una
tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.21Entonces
Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos,
dijo: Señores, debían por cierto haberme oído, y no haber zarpado de Creta,
para recibir este daño y pérdida.22Pero ahora os
exhorto a que tengáis buen ánimo; porque no habrá ninguna pérdida de vida entre
vosotros, sino solamente de la nave. 23Pues esta
noche ha estado conmigo el Ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24diciendo:
Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha
dado todos los que navegan contigo.25Por tanto, oh
varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha
dicho.26Si bien, es necesario que demos en una isla. 27Y venida la
decimacuarta noche, y siendo llevados a la deriva por el mar Adriático, los
marineros a la media noche presintieron que estaban cerca de alguna tierra;28y echando la
sonda, hallaron veinte brazas, y pasando un poco más adelante, volviendo a
echar la sonda, hallaron quince brazas. 29Y temiendo
dar en escollos, echaron cuatro anclas de la popa; y ansiaban que se hiciese de
día. 30Entonces como los marineros estaban por huir de la
nave, habiendo echado el esquife al mar, aparentando como que querían largar
las anclas de proa, 31Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos
no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros. 32Entonces los
soldados cortaron las cuerdas del esquife y dejaron que se perdiera. 33Y cuando
comenzaba a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Éste es
el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34Por tanto, os
ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de
ninguno de vosotros perecerá. 35Y habiendo
dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y
partiéndolo, comenzó a comer. 36Entonces
todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. 37Y era el
total de los que estábamos en la nave doscientas setenta y seis almas. 38Y ya saciados
de comida, aligeraron la nave, echando el trigo al mar. 39Y cuando se
hizo de día, no reconocían la tierra; mas veían una bahía que tenía playa, en
la cual acordaron encallar, si pudiesen, la nave. 40Y alzando las
anclas, se dejaron al mar; y soltando las amarras del timón y alzando al viento
la vela de proa, se dirigieron hacia la playa. 41Mas dando en
un lugar de dos mares, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó
inmóvil, y la popa se abría con la violencia de las olas. 42Entonces los
soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase
nadando. 43Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo,
estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, fuesen los primeros
en echarse al mar, y saliesen a tierra; 44y los demás,
parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se
salvaron saliendo a tierra.
HECHOS 28
1Y ya a salvo, entonces supieron que la isla se
llamaba Melita. 2Y los bárbaros nos mostraron no poca humanidad;
pues encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que
caía, y del frío. 3Entonces, habiendo recogido Pablo algunos sarmientos,
y poniéndolos en el fuego, una víbora, huyendo del calor, le acometió a la
mano. 4Y como los bárbaros vieron la serpiente venenosa
colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es
homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. 5Mas él,
sacudiendo la víbora en el fuego, ningún mal padeció. 6Y ellos
estaban esperando cuándo se había de hinchar, o caer muerto de repente; mas
habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer
y dijeron que era un dios. 7En aquellos
lugares había heredades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien
nos recibió y nos hospedó amigablemente tres días. 8Y aconteció
que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; al
cual Pablo entró a ver, y después de haber orado, puso sobre él las manos, y le
sanó. 9Y hecho esto, también otros que en la isla tenían
enfermedades, venían, y eran sanados; 10los cuales
también nos honraron con mucho aprecio; y cuando zarpamos, nos cargaron de las
cosas necesarias.11Y después de tres meses, navegamos en una nave de
Alejandría que había invernado en la isla, la cual tenía por insignia a Cástor
y Pólux. 12Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres
días. 13De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y
después de un día, soplando el sur, vinimos al segundo día a Puteoli, 14donde
hallamos hermanos, y nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y
así, nos fuimos a Roma; 15de donde, oyendo de nosotros los hermanos, nos
salieron a recibir hasta el foro de Appio y Las Tres Tabernas; y al verlos,
Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. 16Y cuando
llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto de la guardia, mas
a Pablo le fue permitido estar aparte, con un soldado que le guardase. 17Y aconteció
que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos; a los
cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no
habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros
padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; 18los cuales,
habiéndome interrogado, me querían soltar; por no haber en mí ninguna causa de
muerte. 19Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a
apelar a César; no que tenga de qué acusar a mi nación. 20Así que por
esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de
Israel estoy rodeado de esta cadena.21Entonces
ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni
ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de
ti. 22Pero queremos oír de ti lo que piensas; porque de
esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella. 23Y habiéndole
señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales declaraba y testificaba
el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de
Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24Y algunos
asentían a lo que se decía, pero algunos no creían. 25Y como no
estuvieron de acuerdo entre sí, partiendo ellos, les dijo Pablo esta palabra:
Bien habló el Espíritu Santo por el profeta Isaías a nuestros padres, 26diciendo: Ve
a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no
percibiréis: 27Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y
de los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los
ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los
sane. 28Os sea, pues, notorio, que a los gentiles es
enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán. 29Y habiendo
dicho esto, los judíos salieron, teniendo gran discusión entre sí. 30Y Pablo, se
quedó dos años enteros en su casa de alquiler, y recibía a todos los que a él
venían,31predicando el reino de Dios y enseñando acerca del
Señor Jesucristo, con toda confianza y sin impedimento.
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